domingo, 31 de enero de 2016

"Cuando Roncalli llegó a Venecia en 1953, un querido amigo mío sacerdote me confió:
-Loris, es un buen hombre, eso se ve...,¡pero es viejo!
Tenía setenta y dos años, y en aquella época nadie se esperaba gran cosa de un hombre de esa edad. Fueron muy pocos los que atisbaron en los ojos de aquel anciano arzobispo la determinación y el empeño que, por el contrario, fue capaz de desplegar, para sorpresa de todos.

Fue un patriarca excelente. Tenía una confianza total en sus colaboradores, y nunca les exigía más de lo que humanamente eran capaces de dar. Supo afrontar las muchas dificultades y las divisiones, que de vez en cuando surgían en el clero, aceptaba las críticas y los malos humores, incluso a costa de un profundo sufrimiento personal.  

El hecho de que él se exigiese a sí mismo ocuparse personalmente de las cuestiones más delicadas, dedicándoles la reflexión que requerían, provocó que a su alrededor se formara una impresión errónea de que se trataba de una persona contemporizadora, un hombre de escaso temperamento. Su sentido del deber, su deseo de conocer los problemas con más detalle y de calibrar su juicio de acuerdo con ello, provocaba malentendidos, pero él nunca le dio demasiada importancia a esas valoraciones tan apresuradas y fueras de lugar.

Una tarde, en medio de una conversación, le confié, desde luego torpemente, todo lo que se murmuraba a nuestro alrededor.
-Eminencia, dicen que es usted débil  y acomodaticio, que tarda demasiado en tomar esa medida.
La medida en cuestión tenía que ver con la suspensión a divinis que había que dictar contra un joven sacerdote. Se trataba de una medida drástica, pero en aquel caso particular la opinión general era que la pena era proporcionada. En cambio, el patriarca contemporizaba, y sus vicarios se quejaban de ello ante mí. Así pues, aquella tarde, después del rosario, antes de bendecir la mesa, me impartió la lección que hoy espero haber asimilado plenamente.

Agarró un vaso, y mirándome con sufrida indulgencia, me preguntó:

-¿De quién es este vaso? 
-En esta casa el que manda es usted -respondí-. Es suyo.
-Bien- prosiguió- si lo tiro al suelo, ¿quién se queda con los pedazos?
-También usted, eminencia -contesté sin entender dónde quería llegar.
-Y si los pedazos también son míos, significa que me veré obligado a inclinarme y recogerlos.  Ese sacerdote me lo han confiado a mí, no a mis vicarios, que desearían que yo le aplicara a toda prisa un castigo tan odioso. Si hace falta, adoptaré esa medida, pero no de inmediato, no antes de agotar todo los recursos caritativos, que únicamente en caso de que él los rechazara, harían que este muchacho resultara verdaderamente imperdonable ante Dios y los hombre.
Poco después las cosas se arreglaron, y no en apariencia, sino de verdad, como fruto de gracia y amor".

Fuente: Capovilla, Loris. Mis años con el Papa Juan XXIII, Madrid, La Esfera de los Libros, S.L., 2014, pp. 54-56 - Extracto del capítulo II "El Encuentro"
 
 
 
 

sábado, 30 de enero de 2016

1962 - Visita del Papa Juan a Asís


Nota: audio en Italiano.
"Un sinfín de veces ha manifestado Juan XXIII su pensamiento en discursos, escritos y conversaciones familiares sobre el tema del Concilio, entregándose a aquellos desahogos que tanto gustan a todos los hijos, partícipes de las solicitudes del Padre. Me permito atraer vuestra atención a cuatro manifestaciones, entre otras, de esta catequesis pontifical.

Son el resumen del genuino pensamiento del Papa, expresados en reuniones de singular importancia: con la Comisión antepreparatoria, con el laicado católico, con los cooperadores misioneros y con el pueblo cristiano.

En el primer coloquio, con la pontificia Comisión antepreparatoria, el Padre Santo dice que la Iglesia Católica se presenta en su "inquebrantable unidad" y quiere "consolidar la vida y cohesión propia".

En el segundo, el Sumo Pontífice propone al laicado católico que colabore para hacer brillar la santidad de la Iglesia, para poder dirigir a todos los hermanos con el ejemplo, mucho más persuasivo que la palabra, la invitación del Apocalipsis: "Venid y ved".

El tercero, a los cooperadores de las obras misioneras, acostumbrados a contemplar el horizonte sin límites del mundo, Juan XXIII les dice que estamos a punto de entrar en un época que "podría llamarse de misión universal".

(...) El 30 de junio de 1959, al recibir a la Comisión antepreparatoria, decía el Padre Santo, entre otras cosas:
""Me parece bien recordar que el Concilio ha sido convocado, ante todo, porque la Iglesia Católica, en la vistosa variedad de los ritos, en la multiforme acción, en la inquebrantable unidad, se propone alcanzar nuevo vigor para su misión divina. Siempre fiel a los sagrados principios en que se apoya y a la inmutable doctrina que le confiara a su Divino Fundador, la Iglesia, en efecto, siguiendo las huellas de la tradición antigua, se dispone con ímpetu fervoroso a consolidar su propia vida y cohesión frente a las variadas contingencias y situaciones actuales, para las cuales sabrá establecer eficientes normas de conducta y de actividad""

Fuente: Capovilla, Loris, El Papa Juan visto por secretario. Barcelona, Ediciones Tibidabo, 1964, pp. 162-163

Extracto de la conferencia pronunciada por Loris Capovilla en el XIX Curso de Estudios Cristianos en el Auditorium de Pro Civitate Christiana, de Asís, el 27 de agosto de 1961.

miércoles, 27 de enero de 2016

Circa 1910, Radini Tedeschi en primera fila al centro.
 Angelo Roncalli, al fondo y tercero desde la derecha. 
"En la biografía de monseñor Giacomo María Radini Tedeschi*, el obispo de la juventud de Juan XXIII, estrella de su sacerdocio y de su episcopado, hay una última confidencia que iluminó toda una vida y le dio una dirección:
""Que el amor al Papa lo tengas siempre muy dentro; ya lo sabes: fue uno de los ideales más hermosos de mi vida; y ahora que me encuentro delante del Señor que me debe juzgar, me es de gran consuelo el pensamiento de no haberlo disminuido jamás, y de podérselo presentar aquí, al fin de mi vida, íntegro, puro, delicadísimo, como el día en que Dios me lo encendió en el corazón, como el día en que fui hecho obispo. Y tú sabes también que no me ha faltado**, sobre todo en los últimos años, tentaciones y voces a mi alrededor, que lo sometieron a dura prueba; pero siempre he dicho que no, y estoy muy contento de ello""


* 1857-1914, consagrado obispo en 1905 por el Papa Pío X (1903-1914)
** En relación a toda la "tempestad" generada por la lucha de Pío X en torno al modernismo con gestos como el Iusiurandum contra errores modernismi (Juramento antimodernista); la publicación de la encíclica Pascendi Dominici gregis, contra los errores del Modernismo (8 de septiembre de 1907) y el Lamentabili Sane Exitu es un decreto del Santo Oficio publicado el 3 de julio de 1907 con la aprobación del papa Pío X, entre otros aspectos. 
Para una mayor profundización sobre este punto, se recomienda el capítulo IV "Nella tempesta del modernismo", del libro "Giovanni XXIII Il Papa del Concilio" del sacerdote jesuita y escritor británico Peter Hebblethwaite (1930-1994)


Fuente: Capovilla, Loris, El Papa Juan visto por secretario. Barcelona, Ediciones Tibidabo, 1964, pág 100.

Extracto de la conferencia pronunciada por Loris Capovilla el 7 de noviembre de 1959, en la Basílica de San Antonio de Padua.

miércoles, 13 de enero de 2016

Documental: Juan XXIII, párroco del mundo.


Nota: audio en italiano. 
"De los labios del difunto monseñor Herminio Macacek, venerado sacerdote veneciano, que fue Vicario General del patriarca monseñor Carlo Agostini, de tan querida y piadosa memoria, y Vicario Capitular a la muerte del mismo, recogí, y me gozo en transmitirlo, el testimonio de la primera impresión del nuevo Patriarca, cuando aquel buen eclesiástico lo encontró por primera vez en París. he aquí sus pinceladas agudas y acertadísimas:
""El nuevo Patriarca muestra los signos característicos de las robustas familias bergamascas: el rostro abierto, la sonrisa alentadora, la palabra cordial y espontánea, los gestos como instintivos, la voz de tonos fuertes y melodiosos, el ojo atento. amable y límpido. Concede al visitante una confianza gentil, señorial y contenida: su conversación es fácil, sobre temas variados, siempre elevada, perfumada de optimismo
""Daría gusto poder decir: ¡Qué buenos sois! En efecto, lo es con todos: presentes y ausentes.
""Sus juicios sobre los hombres no son nunca definitivos; sobre los defectos y los errores de éste o aquél, quiere parecer más bien reservado que ignorante. No le falta la salida festiva, chispeante, pero inocente y gozosa: reflejo de una vida interior sólida y bien alimentada""
Fuente: Capovilla, Loris, El Papa Juan visto por secretario. Barcelona, Ediciones Tibidabo, 1964, pp 93-94

Extracto de la conferencia pronunciada por Loris Capovilla el 7 de noviembre de 1959, en la Basílica de San Antonio de Padua.