martes, 1 de marzo de 2016

Angelo Roncalli y los judíos

El arzobispo Angelo Roncalli, delegado apostólico del Vaticano en Estambul y futuro papa Juan XXIII, desempeñó un papel decisivo ayudando a Rotta a salvar de una segura deportación a decenas de miles de judíos húngaros. Llevando a efecto las explícitas instrucciones de Pío XII, envió al nuncio papal de Budapest decenas de miles de certificados de inmigración, incluyendo documentos palestinos de la misma clase, que había obtenido de los británicos. De este te modo, muchos judíos húngaros pudieron huir a Palestina. Además, Roncalli salvó a miles de judíos eslovacos que habían sido detenidos en Hungría o Bulgaria, al firmarles visas de tránsito a Palestina. La eficacia de los esfuerzos realizados por Roncalli y Rotta para rescatar a innumerables judíos, que sin su intervención habrían perecido seguramente a manos de los nazis, se ve reflejada en el hecho de que Hajj Amin Al-Husseini, el violentamente antisemita gran muftí de Jerusalén (férreo aliado de Hitler) se haya quejado al ministro de Asuntos Exteriores nazi, Joachim von Ribbentrop, de la llegada de cuatro mil niños judíos, acompañados por quinientos adultos. Al-Husseini le pedía a Von Ribbentrop que impidiese futuras emigraciones de judíos.

Roncalli trabajó en estrecha relación con dirigentes judíos como Isaac Herzog (gran rabino de Palestina) y Chaim Barlas (representante en Estambul de la Agencia judía para Palestina). En febrero de 1944, Roncalli y el rabino Herzog se reunieron en dos ocasiones para discutir el destino de los cincuenta y cinco mil judíos de Transnistria, una provincia rumana formada por territorios arrebatados a la Unión Soviética en 1941. «Aquella región inhóspita y desierta» se había convertido en «una especie de colonia penitenciaria para los judíos deportados. Como el frente oriental alemán empezaba a derrumbarse, los judíos fueron llevados más hacia el oeste, a los campos de exterminio. Pero el Vaticano intercedió ante el gobierno rumano. Roncalli presentó la causa de estos judíos a Pío XII, que autorizó inmediatamente el envío de dinero a los judíos de Transnistria. Como apuntó Theodore Lavi en su elaborado estudio The Vatican's Endeavours on Behalf of Roumanian Jewry during World War II [Los esfuerzos del Vaticano en favor de los judíos rumanos durante la Segunda Guerra Mundial]: «El interés manifestado por el Vaticano en esta grave situación, durante la primavera de 1944, fue un factor importante que contribuyó grandemente al rescate de los judíos rumanos. Su fuerza moral de resistencia creció cuando vieron que no les habían dejado abandonados a su suerte». El 28 de febrero brero de 1944, el rabino Isaac Herzog escribió a Roncalli, desde Jerusalén, para expresarle su gratitud «por los enérgicos pasos que usted ha dado y sin duda dará para salvar a nuestro desgraciado pueblo. Usted sigue la tradición, profundamente humanitaria, de la Santa Sede, y sigue también los nobles sentimientos de su propio «El cardenal Roncalli», escribió posteriormente el rabino bino Herzog, «es un hombre que realmente ama al Pueblo del Libro, y gracias a él han podido ser rescatados miles de judíos»Y Chaim Barlas, que dirigió el comité de rescate de la Agencia judía en Turquía, añadió: «Mucha sangre y mucha tinta se han vertido sobre la tragedia judía de estos años; pero a los escasos y heroicos hechos dirigidos a rescatar judíos pertenecen las actividades del delegado legado apostólico, monseñor Roncalli, que trabajó en su favor infatigable.

El 7 de abril de 1944, Alexander Safran, gran rabino de Rumania, se unió a Herzog y a Barlas para agradecer en una carta al delegado apostólico papal los esfuerzos de la Iglesia Católica en favor de los judíos rumanos:

En estos tiempos de amargura, nuestros pensamientos se vuelven más que nunca con respetuosa gratitud hacia lo realizado por el Sumo Pontífice en favor de los judíos en general, y por Vuestra Excelencia a favor de los judíos de Rumania y de Transnistria.
En las horas más difíciles de cuantas hemos pasado nosotros, los judíos de Rumania, la generosa ayuda de la Santa Sede, traída por intermedio termedio de su ilustre persona, fue decisiva y beneficiosa. No es fácil para nosotros encontrar las palabras adecuadas para expresar el calor y el consuelo que experimentamos por la preocupación sentida por el Sumo Pontífice, que ofreció una gran suma para aliviar los sufrimientos de los judíos deportados, sufrimientos que le fueron explicados por usted ted tras su visita a Transnistria. Los judíos de Rumania nunca olvidarán estos hechos de importancia histórica.

En 1957, el cónsul general de Israel Pinchas Lapide presentó sus respetos al cardenal Roncalli para expresarle, en nombre del Gobierno de Israel, la profunda gratitud por la invalorable ayuda que había prestado tado para salvar a miles de judíos. El futuro papa Juan XXIII no le dejó terminar: «En todos estos dolorosos temas», dijo, levantando la mano en señal de rechazo, «me ceñí a los deseos de la Santa Sede, y simplemente cumplí las órdenes del Papa: primero y por sobre todo, salvar vidas».
 En su libro Pius XII and the Third Reich [Pío XII y el Tercer Reich], muy crítico con el papel de Pío XII durante el Holocausto, Saul Friedlander lander señala: «Los archivos sionistas contienen numerosos documentos mentos relativos a las incesantes actividades del nuncio Roncalli en favor de los judíos. Permítasenos subrayar que monseñor Roncalli había declarado que todo cuanto hizo en este campo fue por mandato papal»",'. El biógrafo del cardenal Roncalli, Lawrence Elliot, ha llegado a la conclusión de que, en todas sus actividades de rescate en favor de la población judía europea durante la década de 1940, «actuó con el permanente estímulo del Papa» Gran amigo del pueblo judío y notable protegido de Pío XII, al que sucedería como Papa en 1958, Angelo Roncalli fue quizás el más eminente de los muchos rescatadores católicos que dieron fe de los esfuerzos realizados por Pío XII para salvar a los judíos del Holocausto.

Fuente: Dalin. G.D. (2006). El mito del Papa de Hitler. [Versión Kindle] Obtenido de Amazon.com
Extracto del capítulo 4: "Un gentil justo: el papa Pío XII y el Holocausto" posición 922 de 2533

domingo, 14 de febrero de 2016

"Hoy vuelvo con la mente a los días que precedieron al cónclave de 1958, y a la forma en que los vivía el entonces arzobispo Roncalli. En una carta dirigida al obispo de Bérgamo, Piazzi [Giuseppe], le decía:
""El alma se  consuela en la fe del nuevo Pentecostés que podrá aportar a la Iglesia, mediante la renovación de su cabeza y la reconstitución del organismo eclesiástico, nuevo vigor hacia la victoria de la verdad, del bien y de la paz. Poco importa que el nuevo papa sea bergamasco o no bergamasco. Las plegarias de todos han de conseguir que sea un hombre e gobierno sabio y apacible, que un santo y un santificador"".
La súplica fue eficaz. Juan XXIII, inclinándose con religioso respeto sobre el surco abierto por Pío XII, se entregó al servicio de la humanidad con una inventiva juvenil, demostrando que el papa no es un símbolo, sino una realidad, un hombre de carne y hueso; un papa anciano puede rejuvenecer la Iglesia, como reconoció Pablo VI; un papa que viene del campo puede lograr que los hombres vuelvan a encontrar el camino perdido de la salvación.

¿Acaso las anotaciones de Juan XXIII en su diario* los días 28 y 29 de octubre no están totalmente en sintonía con el Evangelio? Aquí podemos volver a degustar su delicada fragancia, como si nos ofrecieran un pan hecho en casa, un vaso de vino de nuestras viejas bodegas: 
""Cónclave en su tercer día. Festividad de los santos apóstoles Simón y Judas. Santa misa en la Capilla Matilde, con mucha devoción de mi parte. Invocados con especial ternura mis santos protectores: san José, san Marcos, san Lorenzo Justiniano, san Pío X para que me infundan tranquilidad y valor. No creí oportuno bajar a comer con los cardenales. Almorcé en mi habitación. A continuación breve descanso y un gran abandono. Al undécimo escrutinio, heme aquí elegido papa. Oh, Jesús, diré yo también, como Pío XII cuando salió elegido: Miserere mei, Deus, secundum magnam misericordiam tuam. Diríase que es un sueño, y es, por el contrario, antes de morir, la realidad más solemne de toda mi vida. Heme aquí dispuesto, oh, Señor, ad convivendum et ad commoriendum (a vivir y a morir junto a tí) (2 Cor 7,3). Desde el balcón de San Pedro, unas trescientas mil personas me aplaudían. Los focos me impedían ver otra cosa que no fuera una masa amorfa en agitación.
[...] Desde ayer por la tarde he pedido que me llamen Ioannes. Pasé la noche en el apartamento del secretario de Estado, dormitanto más que durmiendo. Santa misa solo, en la capilla adyacente, in faciem portae, Don Loris y fray Belotti de Trescore me asistieron. Hoy el mundo entero no escrible ni habla de otra cosa que de mí: nombre y persona. Oh, queridos progenitores míos, mamá, padre, abuelo Angelo, tío Zaverio, ¿dónde estaís? ¿Quién os concedió semejante honor? Seguid rezando por mí.
Aquel día grandioso, exhaltación, él se identifica con los humildes y los pobres de su pueblo, y pide a sus muertos que recen por él para darle fuerza y valor.

Roncalli no se apropia del honor que le confieren, sino que lo traslada, como una valiosa capa, a los hombros de sus más allegados; es más, los nombra expresamente, uno por uno, no por hacer ostentación de antepasados prestigiosos, sino para depositar la tiara, que lleva ceñida alrededor de la frente, sobre los campos regados por la lágrimas y el sudor de sus mayores. En la hora de la denominada".

*Los diarios personales, no el Diario del Alma.

Fuente: Fuente: Capovilla, Loris. Mis años con el Papa Juan XXIII, Madrid, La Esfera de los Libros, S.L., 2014, pp. 67-70 - Extracto del capítulo III "La Elección" 





domingo, 31 de enero de 2016

"Cuando Roncalli llegó a Venecia en 1953, un querido amigo mío sacerdote me confió:
-Loris, es un buen hombre, eso se ve...,¡pero es viejo!
Tenía setenta y dos años, y en aquella época nadie se esperaba gran cosa de un hombre de esa edad. Fueron muy pocos los que atisbaron en los ojos de aquel anciano arzobispo la determinación y el empeño que, por el contrario, fue capaz de desplegar, para sorpresa de todos.

Fue un patriarca excelente. Tenía una confianza total en sus colaboradores, y nunca les exigía más de lo que humanamente eran capaces de dar. Supo afrontar las muchas dificultades y las divisiones, que de vez en cuando surgían en el clero, aceptaba las críticas y los malos humores, incluso a costa de un profundo sufrimiento personal.  

El hecho de que él se exigiese a sí mismo ocuparse personalmente de las cuestiones más delicadas, dedicándoles la reflexión que requerían, provocó que a su alrededor se formara una impresión errónea de que se trataba de una persona contemporizadora, un hombre de escaso temperamento. Su sentido del deber, su deseo de conocer los problemas con más detalle y de calibrar su juicio de acuerdo con ello, provocaba malentendidos, pero él nunca le dio demasiada importancia a esas valoraciones tan apresuradas y fueras de lugar.

Una tarde, en medio de una conversación, le confié, desde luego torpemente, todo lo que se murmuraba a nuestro alrededor.
-Eminencia, dicen que es usted débil  y acomodaticio, que tarda demasiado en tomar esa medida.
La medida en cuestión tenía que ver con la suspensión a divinis que había que dictar contra un joven sacerdote. Se trataba de una medida drástica, pero en aquel caso particular la opinión general era que la pena era proporcionada. En cambio, el patriarca contemporizaba, y sus vicarios se quejaban de ello ante mí. Así pues, aquella tarde, después del rosario, antes de bendecir la mesa, me impartió la lección que hoy espero haber asimilado plenamente.

Agarró un vaso, y mirándome con sufrida indulgencia, me preguntó:

-¿De quién es este vaso? 
-En esta casa el que manda es usted -respondí-. Es suyo.
-Bien- prosiguió- si lo tiro al suelo, ¿quién se queda con los pedazos?
-También usted, eminencia -contesté sin entender dónde quería llegar.
-Y si los pedazos también son míos, significa que me veré obligado a inclinarme y recogerlos.  Ese sacerdote me lo han confiado a mí, no a mis vicarios, que desearían que yo le aplicara a toda prisa un castigo tan odioso. Si hace falta, adoptaré esa medida, pero no de inmediato, no antes de agotar todo los recursos caritativos, que únicamente en caso de que él los rechazara, harían que este muchacho resultara verdaderamente imperdonable ante Dios y los hombre.
Poco después las cosas se arreglaron, y no en apariencia, sino de verdad, como fruto de gracia y amor".

Fuente: Capovilla, Loris. Mis años con el Papa Juan XXIII, Madrid, La Esfera de los Libros, S.L., 2014, pp. 54-56 - Extracto del capítulo II "El Encuentro"
 
 
 
 

sábado, 30 de enero de 2016

1962 - Visita del Papa Juan a Asís


Nota: audio en Italiano.
"Un sinfín de veces ha manifestado Juan XXIII su pensamiento en discursos, escritos y conversaciones familiares sobre el tema del Concilio, entregándose a aquellos desahogos que tanto gustan a todos los hijos, partícipes de las solicitudes del Padre. Me permito atraer vuestra atención a cuatro manifestaciones, entre otras, de esta catequesis pontifical.

Son el resumen del genuino pensamiento del Papa, expresados en reuniones de singular importancia: con la Comisión antepreparatoria, con el laicado católico, con los cooperadores misioneros y con el pueblo cristiano.

En el primer coloquio, con la pontificia Comisión antepreparatoria, el Padre Santo dice que la Iglesia Católica se presenta en su "inquebrantable unidad" y quiere "consolidar la vida y cohesión propia".

En el segundo, el Sumo Pontífice propone al laicado católico que colabore para hacer brillar la santidad de la Iglesia, para poder dirigir a todos los hermanos con el ejemplo, mucho más persuasivo que la palabra, la invitación del Apocalipsis: "Venid y ved".

El tercero, a los cooperadores de las obras misioneras, acostumbrados a contemplar el horizonte sin límites del mundo, Juan XXIII les dice que estamos a punto de entrar en un época que "podría llamarse de misión universal".

(...) El 30 de junio de 1959, al recibir a la Comisión antepreparatoria, decía el Padre Santo, entre otras cosas:
""Me parece bien recordar que el Concilio ha sido convocado, ante todo, porque la Iglesia Católica, en la vistosa variedad de los ritos, en la multiforme acción, en la inquebrantable unidad, se propone alcanzar nuevo vigor para su misión divina. Siempre fiel a los sagrados principios en que se apoya y a la inmutable doctrina que le confiara a su Divino Fundador, la Iglesia, en efecto, siguiendo las huellas de la tradición antigua, se dispone con ímpetu fervoroso a consolidar su propia vida y cohesión frente a las variadas contingencias y situaciones actuales, para las cuales sabrá establecer eficientes normas de conducta y de actividad""

Fuente: Capovilla, Loris, El Papa Juan visto por secretario. Barcelona, Ediciones Tibidabo, 1964, pp. 162-163

Extracto de la conferencia pronunciada por Loris Capovilla en el XIX Curso de Estudios Cristianos en el Auditorium de Pro Civitate Christiana, de Asís, el 27 de agosto de 1961.

miércoles, 27 de enero de 2016

Circa 1910, Radini Tedeschi en primera fila al centro.
 Angelo Roncalli, al fondo y tercero desde la derecha. 
"En la biografía de monseñor Giacomo María Radini Tedeschi*, el obispo de la juventud de Juan XXIII, estrella de su sacerdocio y de su episcopado, hay una última confidencia que iluminó toda una vida y le dio una dirección:
""Que el amor al Papa lo tengas siempre muy dentro; ya lo sabes: fue uno de los ideales más hermosos de mi vida; y ahora que me encuentro delante del Señor que me debe juzgar, me es de gran consuelo el pensamiento de no haberlo disminuido jamás, y de podérselo presentar aquí, al fin de mi vida, íntegro, puro, delicadísimo, como el día en que Dios me lo encendió en el corazón, como el día en que fui hecho obispo. Y tú sabes también que no me ha faltado**, sobre todo en los últimos años, tentaciones y voces a mi alrededor, que lo sometieron a dura prueba; pero siempre he dicho que no, y estoy muy contento de ello""


* 1857-1914, consagrado obispo en 1905 por el Papa Pío X (1903-1914)
** En relación a toda la "tempestad" generada por la lucha de Pío X en torno al modernismo con gestos como el Iusiurandum contra errores modernismi (Juramento antimodernista); la publicación de la encíclica Pascendi Dominici gregis, contra los errores del Modernismo (8 de septiembre de 1907) y el Lamentabili Sane Exitu es un decreto del Santo Oficio publicado el 3 de julio de 1907 con la aprobación del papa Pío X, entre otros aspectos. 
Para una mayor profundización sobre este punto, se recomienda el capítulo IV "Nella tempesta del modernismo", del libro "Giovanni XXIII Il Papa del Concilio" del sacerdote jesuita y escritor británico Peter Hebblethwaite (1930-1994)


Fuente: Capovilla, Loris, El Papa Juan visto por secretario. Barcelona, Ediciones Tibidabo, 1964, pág 100.

Extracto de la conferencia pronunciada por Loris Capovilla el 7 de noviembre de 1959, en la Basílica de San Antonio de Padua.

miércoles, 13 de enero de 2016

Documental: Juan XXIII, párroco del mundo.


Nota: audio en italiano. 
"De los labios del difunto monseñor Herminio Macacek, venerado sacerdote veneciano, que fue Vicario General del patriarca monseñor Carlo Agostini, de tan querida y piadosa memoria, y Vicario Capitular a la muerte del mismo, recogí, y me gozo en transmitirlo, el testimonio de la primera impresión del nuevo Patriarca, cuando aquel buen eclesiástico lo encontró por primera vez en París. he aquí sus pinceladas agudas y acertadísimas:
""El nuevo Patriarca muestra los signos característicos de las robustas familias bergamascas: el rostro abierto, la sonrisa alentadora, la palabra cordial y espontánea, los gestos como instintivos, la voz de tonos fuertes y melodiosos, el ojo atento. amable y límpido. Concede al visitante una confianza gentil, señorial y contenida: su conversación es fácil, sobre temas variados, siempre elevada, perfumada de optimismo
""Daría gusto poder decir: ¡Qué buenos sois! En efecto, lo es con todos: presentes y ausentes.
""Sus juicios sobre los hombres no son nunca definitivos; sobre los defectos y los errores de éste o aquél, quiere parecer más bien reservado que ignorante. No le falta la salida festiva, chispeante, pero inocente y gozosa: reflejo de una vida interior sólida y bien alimentada""
Fuente: Capovilla, Loris, El Papa Juan visto por secretario. Barcelona, Ediciones Tibidabo, 1964, pp 93-94

Extracto de la conferencia pronunciada por Loris Capovilla el 7 de noviembre de 1959, en la Basílica de San Antonio de Padua.